Aniversario estepário


Hoy vengo hablaros sobre la verdad que vivo, que empaña muros duros de los suburbios a los que os invito.
Y tranquilos, que aturdido está el canalla de lengua plateada, de monedas saladas, saldadas, que no amortizan a los que amamanto de este aire, libre y pasmadamente sobrio.

Damos un paseo por el barrio, cerca de la playa donde siempre hay el cotárro al que cada mañana deshago, con metralleta en mano y cargador encantado, entusiasmado.

Dirijo, no motivo a aquellos a los que no me fío, solo miro, observo y aniquilo, inspiro el aire fresco que humedece del rocío antes de cogerlo y descomponerlo en gotas perfumadas de ácido sulfúrico.

Que aturdida esta la mente a la que ya no impulsa un referente al que obedecer, engañar o sobornar, causante de estragos de motivos y pistolas, de gatillo fácil y balas a deshora. ¿Y qué hago ahora?

Lucho, son espinas lo que hay en mi muslo que no me permiten cabalgar, por el canal septentrional de la luz.
Confuso, desconfío de lo asumido, si me tocas siempre tirito y te irrito de un miedo escénico y absurdo. Solo murmullo, construyo y desestructuro todo por lo que huyo y empiezo de nuevo como ya lo hice en un futuro.
Al que desnudo, al que no oculto, persistente en la autoridad de la verdad mentira.
Imposible de ver, imposible de crear, pero consciente de que me rodea, de que me abraza y me berrea sin montar ninguna escena.
Que me llora y que me llena de un vacío al que ya no tenia en mente, aunque no sea presente.

Y aquí sigo, narrandote un día triste de diario, por no aprender que vivir acomodado no llena al mercenario.

Se hace muy pesado, mejor me voy a la cama y me quedo ciego hasta al siguiente año, que ya estoy harto de tanto jazz, tanto blues y muy poco Saramago.