Vivir de noche
Llego al paraíso.
Ella ya me esta esperando.
Frente a la puerta de nuestro relato.
Me mira, la miro, hombre si la miro, la repaso de arriba abajo, escruto su anatomía exuberante cual amante pervertido.
Le sonrío, pero ella disimula su deseo. Entro en el habitáculo que escenifica nuestro candado, nuestra unión física angelical, divina y indestructible.
Me paro frente la ventana, el ultimo rayo de sol ilumina mis pensamientos que se deshacen convertiéndose en actos.
Me toca el brazo, me gira, y antes de que pueda hablar me obliga a besarla, cojo el ultimo aliento de mi pasado y lo hago. Pero esta vez, como si fuera el primero del final.
De repente nuestros cuerpos materiales se hielan, compenetrando cada partícula con el del otro ser. Formando una gran estructura de piedra cristalina que nos impide tocarnos aun estando de labios cruzados.
Algo va mal, y este, tiene tentaciones malignas, nos llama, como a aquel Jesús en el desierto del miedo.
La rabia que circula por mi anatomía provoca una brecha en nuestros labios helados. Nos separamos y caemos.
Me levanto y algo ha cambiado, su mirada, su atractivo, su apariencia. ¿Quien eres? me pregunto.
Mi cerebro no articula una sola palabra, en cambio mi corazón se desprende de la ultima lágrima sincera.
Me visto de espaldas a la cruel realidad, una sinfonía de lamentos me rodea, pero no digo nada, no puedo hacerlo, solo levantarme, girarme, mirarla por ultima vez y volver a sonreír.
Me voy, enciendo esperanza y caigo al vacío, me desprendo de todo lo vivido hasta la fecha, de todo por lo que he luchado, solamente exhalo la única mujer de mi vida ahumada.
Cojo el Rolls y salgo pitando de ese infierno incomodo. El destino me dirige y el diablo me guía. Llego a una playa de arena roja, me arrodillo y lloro por mi perdida, frente a la única que se mantiene bella, y comprometida, la coqueta y eclipsada estrella de la libertad.
Cierro los ojos abriendo las puertas de mis infiernos, desciendo hasta encontrar el verdadero mantra.
– Lucha, se astuto y no pienses, solo actúa en la tarima del teatro de la vida.
Galopo en mi flecha negra hacia mi pasado antaño, donde ella supuestamente aun me recuerda. No quiero hacer tarde al reunirme con mi creación.
Aparco dejando todo atrás, para volver al pasado y volver a comenzar. Sin nada que alterar. Todo mismamente igual.
Escalo la pesadilla en la que vivo hasta postrarme frente la famosa puerta del deber.
Entro y esta allí, pero en estado líquido, tardo horas, días, semanas, en recomponerla , en darle a entender que soy humano y que también necesito respirar.
Esta vez ella es quien sonríe.
Y por fin, nuestras almas se vuelven a fundir en uno. Resucitando a ese espíritu llamado eternidad. Estoy destrozado, me vuelvo a la ataúd con la cabeza alta, pero esta vez, con ella.