Buitres


Cadáveres en vida, sedientos de sadismo, de sangre. Anhelan la cordura frente a la moribunda y cruda realidad. De la ciudad tropical, conocida como jungla de cristal.

En un infierno verde donde TODO puede ser una amenaza, los carroñeros se alimentan de odio, de epopeyas manchadas de mentiras condimentadas, que les hacen sentirse ajenos a la verdadera desgracia.
Y bajo esa fachada, se oculta un ente maléfico que obedecen al eje del mal, en el disimulo de la fatalidad.

No sienten nada, ni dolor, ni quemazón, ni una voz en su interior, que les diga y les transmita que lo que hacen está mal. Quedarse ahí plantado frente a la brutalidad de la escena , donde una milésima de segundo puede desordenar el acto y acabar por el final. Tan odiado y deseado, tan amado y respetado como el de los protagonistas de la ya conocida Verona.

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