Gangsta
Cerré los ojos y respiré.
Los demonios y avatares pasados se postraron ante mi, y sin ningún tipo de temor me sonrieron; solamente, querían jugar conmigo.
Les miré fijamente a los ojos. Me levante de la cama y, como si se tratara del renacer del ave fénix, me transforme en mi alter ego, en aquello que siempre quise ser; una bestia sin piedad.
La rabia corría por mis venas. La ira controlaba mis movimientos. La venganza me mostraba el camino.
Un coctel explosivo de sentimientos cargados de nervio me hicieron golpear el aire.
Acto seguido empezó a llover. Mire hacia el cielo y lo vi, iluminado por la luna, se me apareció. Era él, era yo, eras tu.
Un estruendo de gritos y golpes procedentes de mi cerezón destrozaron mis tímpanos por completo. En ese momento sentí que no era nada, NADA.
Solamente un lobo más, una alma en pena con una sed insaciable de venganza.
Quise llorar, pero no pude. Solamente me arrodille en aquel suelo cochambroso y encharcado.
Con todo mi atuendo mojado esperé a que se bajara del mismísimo cielo,
mientras tanto observe, me fijé como si fuera la última noche que habitaría ese cielo.
Mojado de culpa, sin remordimientos y sonriendo me derrumbe como ángel caído. Cerré los ojos y deseé que llegara de una vez por todas ese famoso final, ese instante que llevaba una eternidad esperando.
El día del juicio final.