Oda a las lluvias de verano


Una lluvia de verano me despierta. Las gotas se deslizan sobre mi ojos que parpadean extrañados. Mi cuerpo se encuentra acostado en una hamaca colgada en el porche de una casa de madera. Desorientado, me incorporo para ver mi alrededor: Está lloviendo y hace calor …
La combinación de nubes celestiales con el agua que se esparce suavemente sobre la hierba pura me conmueve.

De repente, un impulso que me nace del profundo de mi cerezón me dice que me desnude completamente. Que me libere de mis cadenas sedentarias y salga a explorar el mundo real.
Sin pensarlo, completamente desnudo, salgo de aquel porche viejo y empiezo a caminar descalzo por encima de la tierra húmeda.
No me importa nada en ese momento, sólo sentirme libre.
Inspiro y expiro con fuerza, sacando toda la energía de mis pulmones en proceso de purificación.

Finalmente, se crea una simbiosis entre la naturaleza salvaje y yo. Me siento cómodo y, involuntariamente, levanto los brazos mientras el agua avanza suavemente por las curvas imperfectas de mi anatomía.
Completamente mojado y desnudo mi piel resplandece como si la de un dios se tratara. La flora y fauna que me rodea y que hace unos instantes era un enigma, se me presenta sin que existan diferencias.

Una vez formé parte de lo más puro de ti y espero poder volver.